Habilidades comunicativas
De las 4 habilidades comunicativas que supuestamente aprendemos de pequeños: escuchar, hablar, leer y escribir; la primera puede parecer la más fácil de adquirir, pero nada más lejos de la realidad. ¿Por qué nos cuesta tanto incorporar esta habilidad a nuestro día a día y nos pasamos la vida reaprendiéndola o recordando su importancia a través de lecturas, cursos, charlas, etc?
Esta semana, un profesional de una multinacional aseguradora en un curso de habilidades relacionales, reflexionaba en voz alta:» ¿Cómo es que el tema de la escucha es tan recurrente? ¿Acaso no aprendemos a escuchar? «. Muy interesante aportación. Así es, creo que nadie nos podemos permitir el lujo de dar por «lograda» esta competencia y dejar de ponerle la voluntad y atención que requiere, porque lamentablemente o afortunadamente no es algo que se pueda automatizar.
Como sabes, la escucha de la que te hablo no es la del nivel ‘tener las orejas en modo ON’, ni del nivel ‘aja, mhm, ahm..’, tampoco vale con ‘espero educadamente a que termines la frase para soltarte la mía’, ni sirve con ‘repito tus palabras para que sepas que te estoy escuchando’. Esta no es la escucha de la que te hablo.
Ciertamente no es una habilidad tan sencilla ni automatizable, ni es muy frecuente en las conversaciones del día a día. La que llamamos escucha empática requiere una intención de comprender, más allá de la intención de responder que suele ser la habitual.
La dificultad no es poca, es necesario salir de uno mismo para comprender al otro/a, ponerse primero en su mundo para luego volver al propio. Comprender NO implica estar de acuerdo, compartir ideas, valores o creencias. Es algo así como viajar a otro país, conocer y comprender sus costumbres/creencias, y volver a casa. Puede que no compartas muchas cosas que has conocido, pero no lo juzgas de la misma forma que si no te hubieras movido de tu sitio.
Se trata de viajar al mundo del otro/a para y luego volver al propio con una nueva perspectiva.
La escucha empática es un gran recurso que dominan las personas que se mueven bien en el terreno relacional. Veamos algún ejemplo, ¿qué buen comercial puede tratar de vender su servicio/producto sin antes escuchar y comprender las necesidades/valores/experiencias/circunstancias de su cliente?, ¿cómo puede un buen líder influir en las personas de su equipo si no conoce sus prioridades, sus necesidades, sus expectativas o sus deseos?
Y entonces, ¿Por qué nos cuesta incorporar la escucha empática a nuestro día a día?
- La falta de tiempo suele ser el primer motivo/excusa, «es que requiere tiempo que no tengo…». Tal vez no sea factible practicar la escucha empática siempre, ni con todo el mundo, pero SÍ sería muy aconsejable cuando se trata de algo importante para ti o para el otro/a. Es mucho más efectivo hacer el esfuerzo por comprender desde el minuto 1, que el desgaste que supone tratar de argumentar, confrontar o convencer desde mi mirada, sin tener en cuenta que tus circunstancias son otras. A medio plazo ganarás en tiempo y además habrás alimentado y cuidado la relación.
- La falta de interés. Si creo que no hay nada que me pueda aportar la otra persona, o que no me dirá nada nuevo, es muy difícil que le dedique toda mi atención. Si es el caso, y realmente quieres aplicar la escucha empática, tendrás que encontrar un «PARA QUÉ» suficientemente grande que te permita cambiar de creencias y en lugar de centrarte en aquello que ya crees que conoces, descubrir todo aquello que te falta por conocer.
- La pereza y/o el miedo de salir de uno mismo/a. Salir de uno mismo para ponerse por un momento los zapatos del otro requiere hacer un esfuerzo consciente, es gratis pero te cuesta energía. Además, al visitar ese otro «hogar» puede hacer temblar esas opiniones o creencias que desde nuestro hogar parecían sagrados, cosa que requiere cierta valentía y apertura mental. Unos lo vivirán como parte de la riqueza de la vida y la comunicación, otros lo vivirán con cierto miedo a perder esas certezas que hasta la fecha les han dado seguridad.
Comprender al otro/a no es garantía de ser comprendido/a, pero tienes más probabilidades de serlo.