¿Con quién te comparas? ¿Te comparas con tu compañero/a? ¿Con tu jefe? ¿Con tu amigo/a? ¿Con tu pareja? ¿Con un desconocido/a?
Pues sí, aprendemos a compararnos ya desde pequeñitos ‘Mira que bien se porta Juan’, ‘Porque no eres como Laura que saca siempre las mejores notas’…; y seguimos comparándonos hasta el final de nuestras vidas. ‘Las comparaciones son odiosas’ se dice…odiosas porque la mayoría de comparativas nos llevan a infravalorarnos y/o a sentir envidia.
Compararse para medirse es absurdo porque no se pueden medir uvas con peras, todos somos diferentes y todos tenemos nuestro valor, nuestro potencial y nuestras circunstancias. Pero sí hay alguien con quien vale la pena compararse y lo/la tienes frente al espejo, ¿Eres mejor hoy que ayer? ¿Mejor que el año pasado? ¿Mejor que hace 10 años? ¿Has mejorado/ crecido/ evolucionado? Esa es tu verdadera lucha, permite que los demás te inspiren con sus talentos para evolucionar cada día, pero no trates de medirte con ellos, sé realmente valiente y mídete contigo mismo/a. Rafa Nadal es un ejemplo, también de ello 😉